Si uno lo piensa con cierto detenimiento, entiende que el (des)gobierno de Cuba necesita de Sandro Castro y de Ana de Armas. En principio, porque los dos son el resultado de un “academia” experta en graduar cadetes de esa “estirpe”, reservada para unos pocos privilegiados pero que, en definitiva, forma parte indispensable de la maquinaria que mantiene a la dictadura del país no solo en el poder, sino también en los sueños utópicos de esos izquierdistas que viven felices en Europa, dentro de la tan famosa clase media.
Sandro Castro y Ana de Armas caben en una misma oración. Él, porque juega al supuesto de la “manzana” (no la papa) podrida en una familia que ha sabido guardar bien su basura. Ese juego mantiene vivo el clan “Castro”. Le recuerda a la gente que el árbol se reprodujo y que hay vida más allá del nonagenario Raúl Castro. “Sandrito” también los humaniza. Con esa aparente autonomía, el nieto de Fidel manda un mensaje: el chico rebelde que hace lo que quiere. Es decir, la familia no es perfecta.
¿Sabrá Sandro lo que representa? Es hasta probable que no, si uno quiere darle el crédito a la majadería que aparenta. O tal vez sí, si uno quiere validar la omnipotencia del grupo que ha liderado el país por más de medio siglo. Sin embargo, lo que realmente importa es que el muchacho funciona. Funcionó su cumpleaños en el mejor momento, como un distractor espectacular. Funciona su bar, que hace posible la ilusión de una clase alta en Cuba. Funciona su piel blanca y su cara de chico maloso, para que sepamos que clase de gente “importa” en la Isla.
Del mismo prototipo, pero con mejores prestaciones, es Ana de Armas. La aclamada actriz de origen cubano consiguió a golpe de trabajo y talento el lugar que ocupa hoy en la industria del entretenimiento. Eso casi nadie lo duda. Como tampoco falta consenso en que su estrategia para enfrentar ante el mundo el peso de su país de origen fue la ley del silencio. Ana decidió callar en lo que parecía una elección “entendible”. Sin embargo, su nueva familia extendida habló por ella.
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Noticias de Cuba: Entre Sandro Castro y Ana de Armas se fortalece la dictadura
De Armas ya no es solo una actriz millonaria y exitosa que hace silencio. Es la nuera de la «no» primera dama de Cuba. Es la pareja del asesor de un presidente que dio orden de combate en televisión nacional, mientras la gente gritaba libertad. Ana pertenece a la familia de un presidente al que le dijeron -en su propia cara- que las autoridades de Guantánamo dejaron casi morir a los niños de una escuela especial, y ese hombre fue la viva imagen de la indiferencia. Pero para el mundo que no vive esa realidad y que habita Ana de Armas, si ella integra a esa familia, pues bienvenida sea.
La pregunta se repite: ¿Sabrá Ana de Armas lo que representa? Es hasta probable que no, si uno quiere darle el crédito a aquello de “vida personal”. O tal vez sí, si uno quiere validar las teorías que la colocan como agente de la seguridad del estado. En cualquier caso, lo que realmente le importa al sistema, una vez más, es que Anita juega su papel. Como Sandro, su historia de amor ha sido excelente en estos días para entretener a las masas.
A falta de gladiadores ¿Qué más se les puede pedir?
⚠️⚠️Un cubano valiente le responde a Díaz-Canel en su propia cara durante su recorrido por Guantánamo… “Nos dejaron solos a mí y a 29 niños… yo mismo los rescaté con hipotermia”
— Mag Jorge Castro🇨🇺 (@mjorgec1994) October 23, 2024
La respuesta del dictador es una vergüenza.
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