Cuba se declaró como un estado laico. No obstante, el «ajiaco» cultural que caracteriza a la isla también se manifiesta en las múltiples prácticas religiosas que se aprecian en la nación. Sin embargo, los creyentes cubanos han enfrentado no pocos desafíos, sobre todo después del triunfo de 1959.
El gobierno de la Revolución naciente decidió barrer con todo lo que, a su consideración, se alineaba con el sistema capitalista. Como resultado, Cuba dejó de festejar las celebraciones católicas, lo que, a la larga, se convirtió en un antecedente de todos los desastres cometidos más adelante, en ese sentido.
Es cierto que la práctica religiosa no se prohibió de manera oficial. Pero tampoco hizo falta. Los «revolucionarios» marginaron a quienes profesaban la fe, sobre todo católica. Muchas personas perdieron trabajos, amigos y fueron acosados solo por creer en Dios. Para la Revolución sólo era posible la fe, en ella.
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Celebración del Viernes Santo en Cuba: El Vaticano como aliado
Como ocurrió con muchísimas otras esferas, la crisis económica de los 90 sacó a la luz, con una fuerza indetenible, lo que crecía a las sombras. Con motivo de la visita de Juan Pablo II en 1998, Fidel Castro autorizó la celebración de la Navidad de «forma excepcional». Ese fue el reinicio de lo que, en definitiva, se mantiene hasta hoy.
Algo similar ocurrió con el Viernes Santo. Precisamente un 28 de marzo, pero del año 2012, el entonces presidente, Raúl Castro, recibió en La Habana al papa Benedicto XVI, durante la segunda jornada de su visita apostólica a Cuba. Ese año el gobierno permitió la celebración de la fecha, por primera vez en más de medio siglo. Eso, en respuesta a una solicitud del Santo Padre.
Dos años más tarde, en 2014, las autoridades gubernamentales declararon oficialmente festivo el Viernes Santo y, como sucedió con la Navidad, el receso laboral se mantiene. La presencia de dos Papás dejó al pueblo cubano, al menos, más días diferentes. Algo que resalta, dada las pocas jornadas feriadas de la isla.