Ya se ha dicho en otras ocasiones: A Kamala Harris, al parecer, no le alcanzó la chispa. Por el contrario, el Donald Trump que -quizás- demoró en encontrar su “tempo” para enfrentar a una nueva rival tras sacar de la carrera electoral al presidente Joe Biden, vive un «renacer» que, incluso, se refleja en las encuestas, que aun muestran una paridad absoluta.
El candidato republicano tiene en la palabra una de sus armas más exitosas. Y no exactamente por lo que dice, sino más bien por el cómo lo dice y el efecto que estas causan. “Nada de lo que dice Trump, por muy descabellado que resulte, se traduce en pérdida de apoyo en los sondeos. Es como si los seguidores de Trump se tomaran en serio a su líder, pero no lo hicieran siempre al pie de la letra”, dice en El País el periodista Iker Seisdedos.
Con la promesa de deportaciones millonarias de indocumentados, con una propuesta económica sustentada en los aranceles y los recortes de impuestos y con su línea habitual en política exterior de “Estados Unidos primero”, Trump podría acabar el en Despacho Oval, e incluso hacerlo con una «sorpresiva» ventaja sobre su rival.
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¿Se quedó atrás Harris respecto a Trump?
Harris tuvo poco tiempo y aun así ha jugado sus cartas de la mejor manera que ha podido hacerlo. Llegó tras la debacle de Biden y pasó de ser una de las vicepresidentas más impopulares de la nación a convencer a “la mitad” del país de que puede ser la primera presidenta en la historia de la nación. Ahora en la recta final, cuando Trump es quien más se siente, sube el tono, se rodea de estrellas y “se deja querer” por el influyente matrimonio Obama. Los últimos movimientos de su equipo de campaña parecen indicar que son conscientes de que aquella energía inicial ya se agotó. Sin embargo, parece que ya no hay tiempo para otro repunte.