Este verano marcará los 50 años desde que el difunto expresidente de Estados Unidos Richard Nixon recorriera la emblemática propiedad de Mar-a-Lago. En ese entonces, el terreno de 17 acres se encontraba a disposición del gobierno como acto de última voluntad de su dueña original, la empresaria y socialité Marjorie Merriweather Post.
Aunque durante años la mansión establecida en Mar-a-Lago fue testigo de innumerables fiestas y encuentros de celebridades, Nixon nunca había puesto un pie allí. Así lo constatan varios historiadores en sus apuntes. En tanto, según los diarios personales del propio Richard Nixon, no fue hasta el 7 de julio de 1974 que compareció en esos predios. Su objetivo era evaluar su potencial como campamento de descanso para presidentes estadounidenses y dignatarios extranjeros visitantes. Una especie de segundo Camp David, el retiro campestre presidencial.
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No obstante, los altos costos de mantener la propiedad de Mar-a-Lago hicieron que nunca se llegara a usar con estos fines. Por esta razón, en 1981 el Congreso de Estados Unidos determinó devolverla a la fundación Post. Solo 4 años más tarde fue adquirida por el entonces hombre de negocios y magnate de los bienes raíces Donald Trump, quien más tarde se convertiría en presidente de la nación norteamericana.
Mar-a-Lago, el regalo que sigue dando en Estados Unidos
Aunque, tras su devolución a la fundación Post vio extinguidos los deseos de la aristócrata Marjorie Merriweather, no fue este el final en el asunto. Quizo el destino que eventualmente Donald Trump se alzara con la presidencia de Estados Unidos y que usara Mar-a Lago, al inicio de su mandato, como una Casa Blanca sureña, como el mismo la definió. En las inmediaciones de la propiedad el republicano sostuvo reuniones de estado con líderes internacionales. Incluso, el presidente de China Xi Jinpin fue recibido en la residencia.
Desde 20219 el estado de Mar-a–Lago funge como residencia primaria del expresidente Donald Trump.