Mientras el sol asoma sobre las montañas cubiertas de hielo en Nuuk, Groenlandia, la atmósfera es de incertidumbre. Con las declaraciones de Donald Trump sobre la posibilidad de adquirir la isla, los groenlandeses enfrentan un dilema sobre su soberanía y futuro. A medida que el presidente electo de Estados Unidos sugiere que Groenlandia podría «pertenecer» a su país, la respuesta de los habitantes es clara: «Groenlandia no está en venta».
En el pequeño asentamiento de Kapisillit, Kaaleeraq Ringsted, un bisabuelo de 73 años, expresó su indignación. «No se puede aceptar que diga esto. Groenlandia no está en venta», afirmó, subrayando su deseo de preservar las tradiciones y la vida que ha conocido a lo largo de generaciones. Este sentimiento resuena en toda la isla, donde muchos ven la retórica de Trump como una amenaza a su identidad.
Según BBC, la llegada de Donald Trump Jr. a Nuuk, en un viaje breve pero notable, solo ha intensificado este debate. Aunque fue recibido cordialmente, muchos groenlandeses se sienten incómodos con la actitud de la familia Trump. «Menudo estúpido que es Trump», dice Angutimmarik Hansen, un granjero local. Su mensaje es claro: la isla pertenece a los groenlandeses, no a un capricho político.
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¿Negociaciones con Estados Unidos?
Activistas como Kuno Fencker, miembro del Parlamento local, argumentan que Groenlandia debería negociar directamente con Estados Unidos y no a través de Dinamarca. «Queremos una Groenlandia que no sea colonia de nadie», sostuvo, resaltando el deseo de muchos de alcanzar la independencia y definir su propio destino.
Sin embargo, el camino hacia la soberanía no es sencillo. Groenlandia depende en gran medida de las subvenciones danesas, que representan una parte significativa de su PIB. La necesidad de apoyo en defensa y desarrollo económico plantea un dilema sobre la posibilidad de su independencia.
Sin dudas, la reciente intervención de Trump ha reavivado viejas heridas. A lo largo de la historia, Groenlandia ha enfrentado injusticias, y muchos sienten que el pasado aún afecta su presente. La lucha por la autodeterminación y el reconocimiento de sus derechos es más relevante que nunca. Desde los remotos asentamientos hasta la capital, Nuuk, su postura es evidente, «Groenlandia pertenece a los groenlandeses. Así que Trump puede visitarla, pero nada más».