En España y la mayoría de los países de Latinoamérica es común que las personas lleven dos apellidos: uno del padre y otro de la madre. Esta práctica, que puede parecer inusual en comparación con otras culturas donde solo se utiliza un apellido, tiene profundas raíces históricas y culturales que se remontan a siglos atrás. El sistema del doble apellido no solo refleja la herencia familiar, sino que también evidencia la evolución de las costumbres sociales a lo largo del tiempo.
La tradición de usar dos apellidos se originó en la Península Ibérica, específicamente en la costumbre castellano-aragonesa, donde las mujeres mantenían su apellido al casarse, a diferencia de lo que ocurría en el resto de Europa. Esto permitió que las familias conservaran tanto el apellido paterno como el materno, estableciendo una conexión más rica con la herencia familiar.
A pesar de que no existía un orden establecido para la transmisión de apellidos, en una misma familia un hijo podía llevar el apellido del padre, mientras que otro podía adoptar el apellido de la madre. Esta flexibilidad se refleja en ejemplos históricos, como el del Marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, cuyas decisiones sobre apellidos variaban según el linaje que considerara más importante.
Los apellidos también servían como identificadores en la comunidad. En lugares donde había varias personas con el mismo nombre, como en una aldea, se utilizaban características física, oficios o lugares de origen para diferenciarlos. Así, un «Pedro Moreno», «Juan Herrero» o «Manuel de Arjona» se convertía en una forma de reconocer a cada individuo por su conexión familiar.
Te puede interesar: 10 cosas que no sabías sobre Estados Unidos
¿Cómo llegó el uso de dos apellidos a Latinoamérica?
Con la llegada del Concilio de Trento en el siglo XVI, la Iglesia comenzó a llevar un registro de bautizados, matrimonios y defunciones, lo que llevó a una mayor formalización del uso de los apellidos. Estos registros parroquiales documentaban no solo los nombres, sino también los apellidos de los individuos, lo que se convirtió en una herramienta esencial de control social y religioso.
La nobleza también contribuyó a fomentar el uso de los dos apellidos, pues les permitía resaltar su ascendencia y linaje. Así, poco a poco, el tener dos apellidos pasó de ser una elección personal a convertirse en un asunto oficial. Luego, cuando los países de América Latina lograron su independencia, la influencia española se mantuvo en sus legislaciones y tradiciones.
Así, el sistema de doble apellido se trasladó intacto a muchos de estos países, donde se arraigó en la cultura local. Esto permitió que tanto el apellido paterno como el materno tuvieran un lugar importante en la identidad personal. Aunque hay excepciones, como en Argentina, donde los padres pueden elegir el uso de uno o ambos apellidos, la mayoría de las naciones latinoamericanas continúan utilizando el sistema del doble apellido.