De Haití el mundo “se acuerda” cuando la estela de dolor y muerte ya es imposible de “ocultar”. Por eso fue noticia aquel 12 de enero de 2010, tras un terremoto de 7,3 grados de magnitud, que destrozó lo poco que tenía esa nación ignorada. Ahora, sucede algo similar, con la prensa internacional “enfocada” en la violencia de las bandas.
Porque es fácil concentrarse en el hoy, sobre todo para no reconocer lo obvio. Los haitianos viven en una eterna desgracia. No estaban “mejor” antes del terremoto y tampoco “antes” de las pandillas. El hecho de que se considere la nación más empobrecida del mundo, basta para entender que la profundidad de lo que ocurre va más allá de aparentes circunstancias particulares.
Vecina de República Dominicana, su población supera los 11 millones de habitante, y para ellos la esperanza de vida no llega, si quiera, a los 65 años. Algo que se explica al mirar los grandes desafíos en relación a la educación y la vivienda, solo por mencionar dos cuestiones elementales. El país precursor del independentismo en las Américas se consume, mientras el mundo mira lo que quiere mirar.
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Haití sumido en el caos
No es ningún secreto que, a lo largo de la historia reciente del país, las bandas han jugado un papel determinante en todo lo que allí sucede. Las alianzas más o menos sólidas, más o menos públicas, con los mandatarios de turno les han otorgado un poder que, a día de hoy, parece imposible que pierdan. No obstante, lo que muchos consideraban una “línea roja” en su accionar, se rompió el 7 de julio de 2021.
El asesinato del presidente Jovenel Moïse desató el caos, en un país que ya era un hervidero. Desde ese momento la isla está “gobernado” por el primer ministro, Ariel Henry, quien es cada vez más impopular. Eso, a tal extremo, que hasta “Estados Unidos presiona al primer ministro de Haití a renunciar”.
No obstante, una vez más se trabaja por la superficie. Porque los problemas de Haití no van a terminar tras la salida de Henry. De hecho, el país no ha celebrado elecciones parlamentarias ni generales desde 2019. Pero, con ellas o sin ellas, no ha habido grandes transformaciones para una nación que no puede salir adelante sin la ayuda internacional, pero que tampoco puede con ella.